jueves, 29 de enero de 2009

Ganadores radicales (I)

Para espabilar un poco el blog, vamos a reciclar algo de los trabajos universitarios que he tenido que parir este cuatrimestre. Esta vez, incluso, me voy a exigir esforzarme y el primer fragmento que cuelgue -escrito para un monográfico sobre la figura del Doble en la literatura- me va a dar pie para una futura reflexión acerca del estatu del Ganador Radical y su contrapunto, que no antagonista, el Perdedor Radical, concepto extraído del libro de Hans Magnus Enzensberger, de mísmo título. Hans Magnus (el apellido me da palo volver a escribirlo y así parece que somos colegas) nos habla en este libro, muy recomendable por cierto, de esas personas que tristemente aparecen en los periódicos después de un ataque de ira indiscrimiada contra propios y ajenos, y que finalmente termina su vida en un acto de autocontrol y autodestrucción. Mártires o no, hallan su correlato positivo, por llamarlo de algún modo, en esas personas que a diferencia de ellos y con los mismos motivos, es decir ninguno aparente, son plenos triunfadores en esto que hacen.

Como explica Enzensberger (probablemente haya escrito el apellido mal en alguna de las dos ocasiones), el Perdedor radical se reconoce como un igual entre aquellos a los que llama "los causantes de su desdicha". Y este reconocimiento, para mí, puede ir enclaustrado en la temática del Doble, en el que el resultado trágico de tales personajes está íntimamente relacionado con su propia imagen -aunque a veces incluya una desemejanza. Dicho esto, copio y pego el fragmento del trabajo que relaciona el Doble con lo siniestro, y lanzo la primera entrega de "esto".

La literatura fantástica y su relación con lo siniestro

En palabras de Todorov, lo fantástico aparece cuando en un mundo como el nuestro se produce un acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: O es un fallo de los sentidos, una ilusión y las leyes del mundo siguen intactas. O realmente se ha producido ese acontecimiento y entonces la realidad está regida por unas leyes que desconocemos. Lo fantástico ocupa el tiempo de esta incertidumbre.

Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural.

Lo fantástico implica una integración del lector en el mundo de los personajes. Se define por la propia percepción ambigua que el mismo lector tiene de los acontecimientos relatados. Queda claro, pues, que la vacilación del lector es la primera condición de lo fantástico.

También cabe decir que un relato fantástico no debe de ser leído de una forma poética o alegórica. El autor relata acontecimientos que no son susceptibles de producirse en la vida diaria, si nos atenemos a los acontecimientos corrientes de cada época. Desde el punto de vista del lector real ha de surgir un sentimiento de temor y de terror. En algunos casos, la locura puede ser utilizada para recrear cierta ambigüedad en los relatos.

En la introducción a la Antología de literatura fantástica de Borges, Casares y Ocampo, también se hace hincapié en la tendencia realista de la literatura fantástica. Es decir, hay que hacer que en un mundo plenamente creíble suceda un solo hecho increíble. No obstante, un aspecto tan importante como el factor sorpresa se trata de la siguiente manera:

“Si estudiamos la sorpresa como efecto literario, o los argumentos, veremos cómo la literatura va transformando a los lectores y, en consecuencia, cómo estos exigen una continua transformación de la literatura.”

Es decir, la sorpresa como todos los efectos literarios, pero más que ninguno, sufre por el tiempo. Para que la sorpresa de argumento sea eficaz, debe de estar preparada, atenuada. Es quizás por eso, que una de las diferencias radicales entre las cuatro obras escogidas es que dos de ellas contienen la figura del doble como elemento sorpresivo al final de las narraciones. Las otras dos, que las suceden en el tiempo, ya no utilizan este recurso como sorpresa final si no que parten de él para explicar la historia.

Todorov, en su libro, hace poca referencia al tema del doble respecto a la literatura fantástica. Lo incluye dentro del desdoblamiento de personalidad y lo trata del siguiente modo:

“Generalizar el fenómeno de las metamorfosis y decir que una persona podría multiplicarse fácilmente. Todos nos sentimos como varias personas a la vez, en este caso, la impresión habría de encarnarse en el plano de la realidad física.”

Por otro lado, lo siniestro, siguiendo siempre a Freud, está relacionado con el vocablo alemán “Unheimlich”, es decir, lo que está próximo a lo espantable, angustiante y lo espeluznante. Lo siniestro nos causa espanto porque precisamente nos es familiar.

Uno de los procedimientos más seguros para evocar fácilmente lo siniestro mediante narraciones consiste en dejar que el lector dude (al igual que veíamos que sucedía con el relato fantástico) de si determinada figura se le presenta como una persona o un autómata. Pero esta incertidumbre no puede ser el punto central de la narración.

Respecto a la relación entre lo siniestro y la figura del doble, Freud apunta que el doble es un desdoblamiento del yo, una partición del yo, una substitución del yo, es decir, un constante retorno de lo semejante. Existe pues una cosificación del yo que pretende verse desde fuera. De hecho el vocablo alemán Doppelganger al que hacíamos alusión más arriba, también ha servido para describir el fenómeno por el cual una persona puede ver su propia imagen por el rabillo del ojo.

Según Rank, el doble fue primitivamente una medida de seguridad contra la destrucción del yo, un “enérgico mentís a la omnipotencia de la muerte”. Sin embargo, su uso en la literatura fantástica ha hecho derivar el doble en un siniestro mensajero de la muerte. Freud habla de un cierto protonarcisismo aludiendo al personaje mitológico de Narciso. Éste, como cuenta el mito, murió enamorado de su propio reflejo.

Finalmente, Freud apunta a una especie de alusión a la semántica de los mundos posibles en el siguiente párrafo:

“Pero no sólo este contenido ofensivo para la crítica yoica puede ser incorporado al doble, sino también todas las posibilidades de nuestra existencia que no han hallado realización y que la imaginación no se resigna a abandonar, todas las aspiraciones del yo que no pudieron cumplirse a causa de adversas circunstancias, la ilusión del libre albedrío.”

jueves, 1 de enero de 2009

Carta de ajuste


Blanco. Amarillo. Cian. Verde. Púrpura. Rojo. Azul. Negro.

Amigos.
Todos los que me miran desde casa:

El hombre,
que sale por la tele...

¡El hombre que sale de la tele!

Tiene un tono lúdico-festivo.
Tiene share, ¿entiendes?
Tiene todo lo que a tí te falta.

Es el hombre de la tele, amigo. El hombre que sale por la tele.
No quisieras salir tú por la tele.
Sin embargo,
tú quisieras ser el hombre de la tele. El hombre que sale de la tele.
Y te araña. Y te muerde en la mejilla. Y te clava los pelos de su barba.

El hombre de la tele tiene barba. Tiene barba de tres o cuatro días.

El hombre de la tele es elegante.

El hombre que sale de la tele

se sienta en tu sofá,

te mira.

Tiene el mando a distancia. Tiene el mando.

El hombre que sale de la tele, amigo. El hombre de la tele.

No quisieras serlo, amigo.

El hombre de la tele. Habla.

El hombre de la tele. Ríe.

El hombre de la tele. Exclama.

El hombre de la tele. Que se apaga.

Es el hombre que sale por la tele, perdón:
El hombre que sale de la tele.

Que se sienta en tu sofá y te dice:

Eh, amigo. Soy yo, amigo. ¿Lo adivinas?

Soy yo,
soy el hombre que sale de la tele.

Soy yo,
soy el hombre que te lleva viendo, uf, tantos años.

Soy el hombre que te mira sentado,
que te mira de espaldas,
que te mira tumbado,
que te mira mientras hablas con tus padres,
con tu novia,
que te mira cuando hacías los deberes,
que te mira cuando merendabas,
que te mira mientras lees una revista,
que te mira cuando duermes,
que te mira cuando comes,
que te mira riendo,
que te mira mientras hablas por teléfono,
que te mira cuando follas,
que te mira cuando vienen los amigos,
que te mira cuando no me estás mirando.
soy el hombre que sale de la tele y que te mira:
por la tele.

Soy el hombre.
Yo, soy el hombre. Tú, eres la tele.

Tele nuestra que estás en la tele.
Televisada sea tu tele.
Venga a nosotros tu tele.
Hágase tu emisión así en la tele como en la tele.
Danos hoy nuestra tele de cada día...

Somos los hombres que salen de las teles.

Soy el hombre de la tele.

Soy el hombre que sale de la tele.

Blanco. Ama-
rillo. Cian. Ver-
de. Púrpura. Ro-
jo. A-
zul.

Negro. Muy, muy negro.

Negro.

¿Quién soy?