3
“La culpa es tuya.” Asume esto.
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No hagas nada. No la toques. No te acerques más de lo estipulado. Ella te dirá cuando. Ella te dirá dónde. Es una frontera, es un lenguaje: sirve tanto para unir como para separar a las personas, a menudo a las mismas que se están comunicando. El canal está abierto, pero no estáis comprendiendo el código. Bill Clinton. Julio Cesar. Napoleón Bonaparte. Zeus. María Antonieta. No estás a la altura, reconócelo, sólo hay que ver los otros nombres. Deja que se vista, termina tu masaje. Es verano. En otra franja horaria no es delito. Aquí no pasa nada, salvo el sexo.
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viernes, 13 de febrero de 2009
jueves, 29 de enero de 2009
Ganadores radicales (I)
Para espabilar un poco el blog, vamos a reciclar algo de los trabajos universitarios que he tenido que parir este cuatrimestre. Esta vez, incluso, me voy a exigir esforzarme y el primer fragmento que cuelgue -escrito para un monográfico sobre la figura del Doble en la literatura- me va a dar pie para una futura reflexión acerca del estatu del Ganador Radical y su contrapunto, que no antagonista, el Perdedor Radical, concepto extraído del libro de Hans Magnus Enzensberger, de mísmo título. Hans Magnus (el apellido me da palo volver a escribirlo y así parece que somos colegas) nos habla en este libro, muy recomendable por cierto, de esas personas que tristemente aparecen en los periódicos después de un ataque de ira indiscrimiada contra propios y ajenos, y que finalmente termina su vida en un acto de autocontrol y autodestrucción. Mártires o no, hallan su correlato positivo, por llamarlo de algún modo, en esas personas que a diferencia de ellos y con los mismos motivos, es decir ninguno aparente, son plenos triunfadores en esto que hacen.
Como explica Enzensberger (probablemente haya escrito el apellido mal en alguna de las dos ocasiones), el Perdedor radical se reconoce como un igual entre aquellos a los que llama "los causantes de su desdicha". Y este reconocimiento, para mí, puede ir enclaustrado en la temática del Doble, en el que el resultado trágico de tales personajes está íntimamente relacionado con su propia imagen -aunque a veces incluya una desemejanza. Dicho esto, copio y pego el fragmento del trabajo que relaciona el Doble con lo siniestro, y lanzo la primera entrega de "esto".
La literatura fantástica y su relación con lo siniestro
En palabras de Todorov, lo fantástico aparece cuando en un mundo como el nuestro se produce un acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: O es un fallo de los sentidos, una ilusión y las leyes del mundo siguen intactas. O realmente se ha producido ese acontecimiento y entonces la realidad está regida por unas leyes que desconocemos. Lo fantástico ocupa el tiempo de esta incertidumbre.
Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural.
Lo fantástico implica una integración del lector en el mundo de los personajes. Se define por la propia percepción ambigua que el mismo lector tiene de los acontecimientos relatados. Queda claro, pues, que la vacilación del lector es la primera condición de lo fantástico.
También cabe decir que un relato fantástico no debe de ser leído de una forma poética o alegórica. El autor relata acontecimientos que no son susceptibles de producirse en la vida diaria, si nos atenemos a los acontecimientos corrientes de cada época. Desde el punto de vista del lector real ha de surgir un sentimiento de temor y de terror. En algunos casos, la locura puede ser utilizada para recrear cierta ambigüedad en los relatos.
En la introducción a la Antología de literatura fantástica de Borges, Casares y Ocampo, también se hace hincapié en la tendencia realista de la literatura fantástica. Es decir, hay que hacer que en un mundo plenamente creíble suceda un solo hecho increíble. No obstante, un aspecto tan importante como el factor sorpresa se trata de la siguiente manera:
“Si estudiamos la sorpresa como efecto literario, o los argumentos, veremos cómo la literatura va transformando a los lectores y, en consecuencia, cómo estos exigen una continua transformación de la literatura.”
Es decir, la sorpresa como todos los efectos literarios, pero más que ninguno, sufre por el tiempo. Para que la sorpresa de argumento sea eficaz, debe de estar preparada, atenuada. Es quizás por eso, que una de las diferencias radicales entre las cuatro obras escogidas es que dos de ellas contienen la figura del doble como elemento sorpresivo al final de las narraciones. Las otras dos, que las suceden en el tiempo, ya no utilizan este recurso como sorpresa final si no que parten de él para explicar la historia.
Todorov, en su libro, hace poca referencia al tema del doble respecto a la literatura fantástica. Lo incluye dentro del desdoblamiento de personalidad y lo trata del siguiente modo:
“Generalizar el fenómeno de las metamorfosis y decir que una persona podría multiplicarse fácilmente. Todos nos sentimos como varias personas a la vez, en este caso, la impresión habría de encarnarse en el plano de la realidad física.”
Por otro lado, lo siniestro, siguiendo siempre a Freud, está relacionado con el vocablo alemán “Unheimlich”, es decir, lo que está próximo a lo espantable, angustiante y lo espeluznante. Lo siniestro nos causa espanto porque precisamente nos es familiar.
Uno de los procedimientos más seguros para evocar fácilmente lo siniestro mediante narraciones consiste en dejar que el lector dude (al igual que veíamos que sucedía con el relato fantástico) de si determinada figura se le presenta como una persona o un autómata. Pero esta incertidumbre no puede ser el punto central de la narración.
Respecto a la relación entre lo siniestro y la figura del doble, Freud apunta que el doble es un desdoblamiento del yo, una partición del yo, una substitución del yo, es decir, un constante retorno de lo semejante. Existe pues una cosificación del yo que pretende verse desde fuera. De hecho el vocablo alemán Doppelganger al que hacíamos alusión más arriba, también ha servido para describir el fenómeno por el cual una persona puede ver su propia imagen por el rabillo del ojo.
Según Rank, el doble fue primitivamente una medida de seguridad contra la destrucción del yo, un “enérgico mentís a la omnipotencia de la muerte”. Sin embargo, su uso en la literatura fantástica ha hecho derivar el doble en un siniestro mensajero de la muerte. Freud habla de un cierto protonarcisismo aludiendo al personaje mitológico de Narciso. Éste, como cuenta el mito, murió enamorado de su propio reflejo.
Finalmente, Freud apunta a una especie de alusión a la semántica de los mundos posibles en el siguiente párrafo:
“Pero no sólo este contenido ofensivo para la crítica yoica puede ser incorporado al doble, sino también todas las posibilidades de nuestra existencia que no han hallado realización y que la imaginación no se resigna a abandonar, todas las aspiraciones del yo que no pudieron cumplirse a causa de adversas circunstancias, la ilusión del libre albedrío.”
Como explica Enzensberger (probablemente haya escrito el apellido mal en alguna de las dos ocasiones), el Perdedor radical se reconoce como un igual entre aquellos a los que llama "los causantes de su desdicha". Y este reconocimiento, para mí, puede ir enclaustrado en la temática del Doble, en el que el resultado trágico de tales personajes está íntimamente relacionado con su propia imagen -aunque a veces incluya una desemejanza. Dicho esto, copio y pego el fragmento del trabajo que relaciona el Doble con lo siniestro, y lanzo la primera entrega de "esto".
La literatura fantástica y su relación con lo siniestro
En palabras de Todorov, lo fantástico aparece cuando en un mundo como el nuestro se produce un acontecimiento imposible de explicar por las leyes de ese mismo mundo familiar. El que percibe el acontecimiento debe optar por una de las dos soluciones posibles: O es un fallo de los sentidos, una ilusión y las leyes del mundo siguen intactas. O realmente se ha producido ese acontecimiento y entonces la realidad está regida por unas leyes que desconocemos. Lo fantástico ocupa el tiempo de esta incertidumbre.
Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural.
Lo fantástico implica una integración del lector en el mundo de los personajes. Se define por la propia percepción ambigua que el mismo lector tiene de los acontecimientos relatados. Queda claro, pues, que la vacilación del lector es la primera condición de lo fantástico.
También cabe decir que un relato fantástico no debe de ser leído de una forma poética o alegórica. El autor relata acontecimientos que no son susceptibles de producirse en la vida diaria, si nos atenemos a los acontecimientos corrientes de cada época. Desde el punto de vista del lector real ha de surgir un sentimiento de temor y de terror. En algunos casos, la locura puede ser utilizada para recrear cierta ambigüedad en los relatos.
En la introducción a la Antología de literatura fantástica de Borges, Casares y Ocampo, también se hace hincapié en la tendencia realista de la literatura fantástica. Es decir, hay que hacer que en un mundo plenamente creíble suceda un solo hecho increíble. No obstante, un aspecto tan importante como el factor sorpresa se trata de la siguiente manera:
“Si estudiamos la sorpresa como efecto literario, o los argumentos, veremos cómo la literatura va transformando a los lectores y, en consecuencia, cómo estos exigen una continua transformación de la literatura.”
Es decir, la sorpresa como todos los efectos literarios, pero más que ninguno, sufre por el tiempo. Para que la sorpresa de argumento sea eficaz, debe de estar preparada, atenuada. Es quizás por eso, que una de las diferencias radicales entre las cuatro obras escogidas es que dos de ellas contienen la figura del doble como elemento sorpresivo al final de las narraciones. Las otras dos, que las suceden en el tiempo, ya no utilizan este recurso como sorpresa final si no que parten de él para explicar la historia.
Todorov, en su libro, hace poca referencia al tema del doble respecto a la literatura fantástica. Lo incluye dentro del desdoblamiento de personalidad y lo trata del siguiente modo:
“Generalizar el fenómeno de las metamorfosis y decir que una persona podría multiplicarse fácilmente. Todos nos sentimos como varias personas a la vez, en este caso, la impresión habría de encarnarse en el plano de la realidad física.”
Por otro lado, lo siniestro, siguiendo siempre a Freud, está relacionado con el vocablo alemán “Unheimlich”, es decir, lo que está próximo a lo espantable, angustiante y lo espeluznante. Lo siniestro nos causa espanto porque precisamente nos es familiar.
Uno de los procedimientos más seguros para evocar fácilmente lo siniestro mediante narraciones consiste en dejar que el lector dude (al igual que veíamos que sucedía con el relato fantástico) de si determinada figura se le presenta como una persona o un autómata. Pero esta incertidumbre no puede ser el punto central de la narración.
Respecto a la relación entre lo siniestro y la figura del doble, Freud apunta que el doble es un desdoblamiento del yo, una partición del yo, una substitución del yo, es decir, un constante retorno de lo semejante. Existe pues una cosificación del yo que pretende verse desde fuera. De hecho el vocablo alemán Doppelganger al que hacíamos alusión más arriba, también ha servido para describir el fenómeno por el cual una persona puede ver su propia imagen por el rabillo del ojo.
Según Rank, el doble fue primitivamente una medida de seguridad contra la destrucción del yo, un “enérgico mentís a la omnipotencia de la muerte”. Sin embargo, su uso en la literatura fantástica ha hecho derivar el doble en un siniestro mensajero de la muerte. Freud habla de un cierto protonarcisismo aludiendo al personaje mitológico de Narciso. Éste, como cuenta el mito, murió enamorado de su propio reflejo.
Finalmente, Freud apunta a una especie de alusión a la semántica de los mundos posibles en el siguiente párrafo:
“Pero no sólo este contenido ofensivo para la crítica yoica puede ser incorporado al doble, sino también todas las posibilidades de nuestra existencia que no han hallado realización y que la imaginación no se resigna a abandonar, todas las aspiraciones del yo que no pudieron cumplirse a causa de adversas circunstancias, la ilusión del libre albedrío.”
lunes, 22 de diciembre de 2008
Reflexiones de un hombre cotidiano (1)

Aquí no pasa nada. No es una historia, ni un cuento, ni un relato, ni nada que tenga principio y final. ¿OK? Aquí no pasa nada. No hay historia de amor, ni de asesinatos, ni nadie persigue a nadie, ni pasan cosas raras. Esto es el metro. ¿OK? ¿Estamos? Es el metro o un autobús, me da igual. Me da exactamente lo mismo. Lo venía pensando esta mañana, lo he visto claro. He tenido una iluminación o una alucinación o yo que sé. Pero lo he visto claramente delante de mis ojos. He visto mujeres a las que no les pasaba nada. Absolutamente nada. Tenían cara de nada, absoluta e infinita. Tenían la nada inscrita en sus frentes y en sus pómulos y en sus mandíbulas. Casi vomito de angustia. Casi echo la pota allí mismo, delante de todas ellas. Era el fin del mundo delante de mí. Que va, ni siquiera era el fin del mundo ni de nada que se le pareciese. Había una mujer bajita, con gafas pequeñas como ella y con ropa normal, un forro polar rojo y unas mechas pobres en su melena sucia y rizada. Una mujer sin edad determinada leyendo un libro –una novela– sobre la orden del temple. ¿Qué tiene que saber ella de la orden del temple? ¿Qué le importa a ella la orden del temple? Se le van las mañanas en esa orden, precisamente, de caballeros templarios fuertes y robustos. Viriles y armados. Es eso. Se le importa una mierda la orden del temple, ella sólo piensa en esos hombres armados y peludos, malolientes y sanguinarios. Miro como sonríe mientras lee. Es feliz. Brindo por ella, por ello. Qué felices somos los dos, ella en su libro y yo en ella. Al lado tiene a otra mujer. Ésta es más alta pero tiene cara de pena, bueno tiene cara de nada pero con matices de pena o de hastío o de cansancio. No me extraña, es un lunes de finales de diciembre y sólo unos pocos pollos vamos ahí metidos a trabajar o lo que sea que haga la gente. Pues eso. Ésta es más alta pero no lleva nada entre las manos. No lleva libro, ésta no lee. No se jacta delante de nadie de que lee. Oye, mira, yo es que leo cada mañana, dicen, yo leo libros gordos. Así de gordos, ¿eh? Sí, me gustan los libros. Los libros están bien. Muy bien. No me quejo de los libros, no tengo queja. Las novelas históricas, que pasen cosas, que yo aprendo mucho, ¿eh? Soy una esponja gigante a las ocho de la mañana. O sino de espiritualidad o de cómo ser feliz. Soy tan feliz leyendo libros sobre cómo ser feliz. La felicidad es eso. Aprendo tanto. Están bien esos libros. Muy bien. Ojalá me gustaran esos libros a mí, que pena, lo digo de verdad, de corazón. No estoy siendo irónico, por favor, ni en broma. Bueno, esta mujer escucha música en su mp3. No quiero saber qué escucha, no me hace falta. Me lo imagino. Una música cojonuda. En el fondo me imagino una banda sonora matutina en los iPods de todas las personas que viajan conmigo. Todos escuchando la misma canción al mismo tiempo, cantándola mentalmente, un coro de voces mentales. Eso es la armonía o se le debe de parecer mucho. Todos con el mismo iPod y la misma canción, el mismo cantante. Todos con la misma novela, leyendo sobre códigos secretos, sobre sombras o sobre pilares. Sobre catedrales y magos. Somos todos felices. Ellos en sus libros y en sus canciones. En su libro y en su canción. Ellos en ello. Y yo allí, a su lado. Mirando con una sonrisa de oreja a oreja cómo esa persona que son todos va leyendo su libro y escucha su canción, ausente. Yo le vigilo de cerca, le protejo de todo. Que no venga nada a sacarte de eso, estoy contigo. A muerte. Soy el superhéroe matutino que vela por tu felicidad. Que no vengan a joderte pidiendo o cantándote horteradas con un acordeón. Es un viaje infinito. Es como la vida. Al final el metro son dos personas: todos ellos y yo. Aquí no pasa nada. Está bien así. No queremos que pase nada, absolutamente nada. Aquí solo queremos que alguien se tire a la vía. Acción. Nos gusta la sangre. A mis amigos y a mí nos gusta eso. Llegar tarde al trabajo y contar una historia. He visto sangre, dicen. He visto un cuerpo muerto en medio de la vía. Déjame que te cuente, como ese libro. Pues eso. Nos gustan las historias buenas a mis amigos y a mí. Pero aquí no pasa nada. Y hasta yo me angustio. Se merecen algo bueno mis amigos, se lo han ganado. No tenemos vacaciones, somos los tontos de la ciudad que siguen viajando en metro cuando la mitad de nosotros está pensando en unas vacaciones. Al final los caballeros templarios nos aburren y las canciones. Queremos acción. Que nos pase algo que no les va a pasar a los otros. Hoy queremos llegar tarde al trabajo y contar una historia. Cerrar las novelas de golpe y arrancarnos los cascos de las orejas. Así, de forma salvaje. Notando un breve tirón. Me voy a levantar por mis amigos y por mis amigas. Por la señora que está de pie y que va a aprovechar que me vaya para sentarse, aunque sólo le queden dos paradas para apearse del viaje infinito. Me voy a bajar en la siguiente parada y voy a salir corriendo como un loco. Me dará tiempo. Dios está de mi parte esta mañana, lo presiento. Dios está bien. Y yo con él. Estoy feliz, maldita sea. Me voy corriendo hacia delante en el andén, casi vuelo. Soy el hombre más rápido de toda la historia. Soy un héroe. Soy un superhéroe. Me voy a lanzar a la vía para que me corten en dos y mis amigos –joder, como les quiero– puedan contar que han visto cómo he muerto. Aquí. Ahora. Aquí. Donde nunca pasa nada.
miércoles, 11 de junio de 2008
¿Anti-mutantes? // ¿anti-anti-mutantes?

Esta tarde he asistido a la presentación de la antología de Ferré y Ortega: "Mutantes. Narrativa española de última generación." en la FNAC del Triangle en Barcelona.
Aunque la propuesta de antología de narradores -y esto no incluye unicamente cuentos, sino cualquier forma de prosa- al margen del cánon es sin duda necesaria y por lo tanto obvia, he lamentado el discurso final que ha tomado el acto. Juan Francisco Ferré nos ha contado lo que era o son los mutantes de esta literatura que llamamos nacional -aunque yo hubiera preferido expandir el territorio e incluir a cualquiera que se exprese en lengua castellana o, bien, por otro lado, incluir textos de otras tradiciones españolas en lenguas que no son el castellano -es decir, lo sabemos todos: catalán, gallego y vasco-. Si uno busca un poquito por internet en los sitios adecuados encontrará información de primera mano de que es lo que se denomina este tipo de escritor, se antologan muchos y muy variados: Eloy Fernández Porta, Robert-Juan Cantavella, Jordi Carrión, David Roas, Javier Calvo (un cachondo) y Flavia Company entre otros. He citado a los que han acudido hoy, que han hecho el esfuerzo y el gesto de acudir, supongo que por proximidad. Pero hay muchos otros de entre los que cabe destacar a Manuel Vilas, Agustín Fernández Mallo, Javier Calvo, el propio Juan Francisco Ferré o Vicente Luis Mora. Cada uno aporta algo, ya sea un cuento, un texto visual, un fragmento de novela o lo que sea; y cada uno ha dedicado unas palabras, unos mas y otros menos en función de sus ganas de participar o de su ego -esto es así, también-. Como siempre se han manifestado no como grupo ni como generación, si no como un conjunto de autores que rondan una fecha de nacimiento en torno a los años 70 y que tienen por influencias más allá de las literarias las audiviosuales y musicales en el formato que guste, y que sobre todo, no desperdician la oportunidad de la abyección ni de la ironía. Hasta aquí bien.

Ahora empieza lo que me ha parecido que sobraba y que algunos de los presentes en la mesa han intentado "detener" sin mucho éxito. Al final de su intervención introducctoria como antologísta, Juan Francisco Ferré ha soltado el "bulo" por llamarlo de algún modo de que cierto crítico apoltronado que él no ha dudado en calficiar como acelga en olla podrida -y esto es totalmente deleznable, porque en un acto cultural o publicitario (ambas cosas en este tipo de encuentros suelen ser exactamente lo mismo) está dedicando su tiempo a confeccionar una antología anti-mutantes. Luego ha acudido al correlato del comic marvel y ha dicho que el enemigo de los mutantes en este tipo de historias es el científico racionalizador, es decir, el antagonista que tiene tanto poder como el protagonista y que lo dedica a contrarrestar la naturaleza de éste. Lo que en literatura equivaldría a decir que un crítico solvente como Fernando Valls (y este nombre ha salido a regañadientes gracias a que Javier Calvo, convertido en el adalid de la curiosidad de todos o al menos la mía) se dedique a proponer su antología. Lo cual es totalmente admisible y si bien es más, totalmente deseable. En esto último han coincidido todos menos Ferré.
Jorge Carrión en un ataque de buen gusto ha tratado de devolver al acto su valor propagandístico (en el sentido sano de la palabra) y de recordar que estabamos allí para hablar de ese libro y no de uno fantasma que no se sabe con certeza de su posible publicación. Pero la semilla había germinado. Se ha calentado la boca y ha seguido largando entre las caras atonitas de escritores como Eloy Fernández Porta o Robert-Juan Cantavella, es decir, de punta a punta.
Yo lo que lamento es la actidu del antólogo, no la buena idea del libro si no la mala de idea del otro libro. Quiero decir, que es normal que exista una antología alternativa (curioso término tratándose de que los alternativos, en principio, son los mutantes) que proponga a otros autores. El cánon es algo siempre subjetivo y que siempre resplandece por los nombres que faltan y nunca por los que están puestos. Lo mismo le pasó a Harold Bloom en su día, y era Harold Bloom. Y que como dice el refrán falsamente atribuido al Quijote: "Nos ladran Sancho, señal que cabalgamos." Y que el diálogo siempre es bueno para que surjan nuevas ideas y propuestas, y que nadie tiene la razón absoluta en nada, y que recuerden que son ellos los que tratan de mover el paradigma de literatura española, que se atengan a las consecuencias de ello. Por que actitudes como la de esta tarde en Ferré puede hacer que muchos mutantes se conviertan en seres invisibles a sus ojos y acaben desconfiando del producto que hoy trataban de vender. En el libro nos venden una lista de nombres, no de textos, pues bien yo me la he comprado a ver que hay de bueno y de nuevo. Sin duda, por lo que he visto esta tarde, me compraré esa dichos antología anti-mutantes de Valls, si es que existe. Y por lo tanto seré consumidor y lector de esta literatura que por lo menos da signos de quere moverse o decir algo.
Para terminar explicaré una anecdota que nos ha contado Eloy Fernández Porta. Cuando era pequeño y fue a ver La "Guerra de las Galaxias" con su padre este le preguntó: "Papá, si las galaxias son tan grandes y tienen tanto espacio, ¿por qué se pelean entre ellas?" Y su padre le contestó: "Para que tú compres la entrada". Pues eso. Carrión ha sentenciado que es normal que cuando una galaxia se siente atacada salgan los Jedis a defenderla. Y Calvo a contestado: "¿Nosotros que somos los Jedis o el lado oscuro de la fuerza? Yo quiero ser el lado oscuro de la fuerza: los malos."

Aunque la propuesta de antología de narradores -y esto no incluye unicamente cuentos, sino cualquier forma de prosa- al margen del cánon es sin duda necesaria y por lo tanto obvia, he lamentado el discurso final que ha tomado el acto. Juan Francisco Ferré nos ha contado lo que era o son los mutantes de esta literatura que llamamos nacional -aunque yo hubiera preferido expandir el territorio e incluir a cualquiera que se exprese en lengua castellana o, bien, por otro lado, incluir textos de otras tradiciones españolas en lenguas que no son el castellano -es decir, lo sabemos todos: catalán, gallego y vasco-. Si uno busca un poquito por internet en los sitios adecuados encontrará información de primera mano de que es lo que se denomina este tipo de escritor, se antologan muchos y muy variados: Eloy Fernández Porta, Robert-Juan Cantavella, Jordi Carrión, David Roas, Javier Calvo (un cachondo) y Flavia Company entre otros. He citado a los que han acudido hoy, que han hecho el esfuerzo y el gesto de acudir, supongo que por proximidad. Pero hay muchos otros de entre los que cabe destacar a Manuel Vilas, Agustín Fernández Mallo, Javier Calvo, el propio Juan Francisco Ferré o Vicente Luis Mora. Cada uno aporta algo, ya sea un cuento, un texto visual, un fragmento de novela o lo que sea; y cada uno ha dedicado unas palabras, unos mas y otros menos en función de sus ganas de participar o de su ego -esto es así, también-. Como siempre se han manifestado no como grupo ni como generación, si no como un conjunto de autores que rondan una fecha de nacimiento en torno a los años 70 y que tienen por influencias más allá de las literarias las audiviosuales y musicales en el formato que guste, y que sobre todo, no desperdician la oportunidad de la abyección ni de la ironía. Hasta aquí bien.

Ahora empieza lo que me ha parecido que sobraba y que algunos de los presentes en la mesa han intentado "detener" sin mucho éxito. Al final de su intervención introducctoria como antologísta, Juan Francisco Ferré ha soltado el "bulo" por llamarlo de algún modo de que cierto crítico apoltronado que él no ha dudado en calficiar como acelga en olla podrida -y esto es totalmente deleznable, porque en un acto cultural o publicitario (ambas cosas en este tipo de encuentros suelen ser exactamente lo mismo) está dedicando su tiempo a confeccionar una antología anti-mutantes. Luego ha acudido al correlato del comic marvel y ha dicho que el enemigo de los mutantes en este tipo de historias es el científico racionalizador, es decir, el antagonista que tiene tanto poder como el protagonista y que lo dedica a contrarrestar la naturaleza de éste. Lo que en literatura equivaldría a decir que un crítico solvente como Fernando Valls (y este nombre ha salido a regañadientes gracias a que Javier Calvo, convertido en el adalid de la curiosidad de todos o al menos la mía) se dedique a proponer su antología. Lo cual es totalmente admisible y si bien es más, totalmente deseable. En esto último han coincidido todos menos Ferré.
Jorge Carrión en un ataque de buen gusto ha tratado de devolver al acto su valor propagandístico (en el sentido sano de la palabra) y de recordar que estabamos allí para hablar de ese libro y no de uno fantasma que no se sabe con certeza de su posible publicación. Pero la semilla había germinado. Se ha calentado la boca y ha seguido largando entre las caras atonitas de escritores como Eloy Fernández Porta o Robert-Juan Cantavella, es decir, de punta a punta.
Yo lo que lamento es la actidu del antólogo, no la buena idea del libro si no la mala de idea del otro libro. Quiero decir, que es normal que exista una antología alternativa (curioso término tratándose de que los alternativos, en principio, son los mutantes) que proponga a otros autores. El cánon es algo siempre subjetivo y que siempre resplandece por los nombres que faltan y nunca por los que están puestos. Lo mismo le pasó a Harold Bloom en su día, y era Harold Bloom. Y que como dice el refrán falsamente atribuido al Quijote: "Nos ladran Sancho, señal que cabalgamos." Y que el diálogo siempre es bueno para que surjan nuevas ideas y propuestas, y que nadie tiene la razón absoluta en nada, y que recuerden que son ellos los que tratan de mover el paradigma de literatura española, que se atengan a las consecuencias de ello. Por que actitudes como la de esta tarde en Ferré puede hacer que muchos mutantes se conviertan en seres invisibles a sus ojos y acaben desconfiando del producto que hoy trataban de vender. En el libro nos venden una lista de nombres, no de textos, pues bien yo me la he comprado a ver que hay de bueno y de nuevo. Sin duda, por lo que he visto esta tarde, me compraré esa dichos antología anti-mutantes de Valls, si es que existe. Y por lo tanto seré consumidor y lector de esta literatura que por lo menos da signos de quere moverse o decir algo.
Para terminar explicaré una anecdota que nos ha contado Eloy Fernández Porta. Cuando era pequeño y fue a ver La "Guerra de las Galaxias" con su padre este le preguntó: "Papá, si las galaxias son tan grandes y tienen tanto espacio, ¿por qué se pelean entre ellas?" Y su padre le contestó: "Para que tú compres la entrada". Pues eso. Carrión ha sentenciado que es normal que cuando una galaxia se siente atacada salgan los Jedis a defenderla. Y Calvo a contestado: "¿Nosotros que somos los Jedis o el lado oscuro de la fuerza? Yo quiero ser el lado oscuro de la fuerza: los malos."

miércoles, 23 de abril de 2008
Sant Jordi: el día del libro (mediático)
Hoy he tenido la oportunidad de asistir a la firma de libros de Agustín Fdez Mallo en la caseta de la FNAC en Plaça Catalunya. Apenas he tenido que esperar cinco minutos para conseguir mi propósito, e incluso he podido intercambiar algunas palabras con él, realmente un tipo muy majo. Un gallego sorprendido y modernito junto a Eloy Fernandez Porta, que tenía para firmar su ensayo Afterpop, pero que nadie parecía conocer. Yo sí, pero vale 20 euros.
De hecho, aquí le podemos ver a él solo recitando un ensayo que estaba repasando cuando yo le vi por primera vez hoy. Ni dios le estaba escuchando, pero el tío -hay que admitirlo- tiene el autoestima por las nubes. Hasta aquí, la parte literaria de la mañana. Ahora vamos a por la verdadera esencia de Sant Jordi: los medios.
Esta mañana me he despertado con poquísimas ganas de pasear por una Barcelona en plena Diada, sin embargo, la curiosidad me ha podido y al ver que venía el autor de Nocilla Dream y Nocilla Experience a firmar, me he dado un empujoncito y hasta he agarrado mi cámara de fotos (por si acaso). En la mochila que uso habitualmente he añadido sus libros y la cámara y me he quedado pensativo: ¿Quién más de mis autores favoritos estará firmando esta mañana? ¿Vila-Matas? ¿Mendoza? ¿Marías? ¿Millás? Pues bueno, solo uno de estos, el último y porque era el último ganador del premio Peseta, perdón, Planeta. Los otros, desaparecidos en combate o como si se olieran lo poco que pintan los escritores entre los iconos mediáticos. Supongo que mejor no mezclarse demasiado.
Pues bien, en mitad de la mañana y de Barcelona, he llamado a mi amiga Lara que estaba por allí persiguiendo autores para un trabajo de su uni (también estudia comunicación en la UIC) y he decidido ir a verla: estaba esperando la llegada de Berto Romero.
Guapa como siempre y risueña por haber realizado sus dos primeras entrevistas serias: Alessandro Baricco y Noah Gordon. ¿Os suenan? Seguro que a la mayoría sí: venden muchos, muchos libros. Estabamos en el stand de la librería Catalonia, en Paseo de Gracia con Ronda Universitat. Y le hemos echado morro y hemos pasado dentro como si nada. Justo antes llegaban dos de los "escritores" más esperados: el susodicho Berto Romero -muy majo, por cierto- y el infame pero carismático Risto Mejide, que entre risas, se han fotografiado como si de dos colegas de toda la vida se tratase. Interesante.
Pues lo dicho, ya dentro hemos intentado captar la atención del humorista catalán, que colapsado por la demanda de público no ha podido ofrecernos más que unos segundos para que Lara se fotografiase con él. Otra vez será, la entrevista. Pero hemos fichado a Nuria Roca, muy guapa y muy sencilla y mi amiga le ha podido realizar una entrevista en la que han terminado con mucha complicidad, fijaos como le habla al oído (espero que no de mí, jeje).
En definitiva, me he divertido disfrazándome de reportero gráfico de un inexistente diario llamado "Newsweek" y he podido hablar de tú a tú con telivisivos personajes -que al fin al cabo son eso y no escritores-.
Como reflexión final me quedo con las rosas. No engañan. Su olor y su color puede ser natural o provocado químicamente, pero las personas que las venden son humildes y ayudan a transmitir la verdadera tradición de este día. Los libros van y vienen. Siempre habrá Ruizafones, Buenafuenes y Borisizaguirres. La parte buena es que siempre quedarán los otros, los escritores.
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