lunes, 13 de octubre de 2008

Barcelona, miércoles, 11:50 a.m., primavera ventosa. (Españalandia)



- ¡¿Pero hombre, qué está haciendo?!

- Multarle.

- ¡¿Por qué?!

- ¿Es que no lo ve usted? Fíjese cómo ha aparcado.

- ¿Cómo he aparcado?

- Sí, sí.

- No, le pregunto sorprendido que ¿cómo he aparcado?

- Pues torcido.

- ¿Torcido?

- Sí, y además la mitad del coche está más cerca del bordillo que la otra.

- Pero bueno, unos centímetros…

- Ay, unos centímetros, unos centímetros…

- Pero si es zona azul. ¿Qué digo? Verde, es zona verde. ¡Que me ha costado un pastón!

- Tampoco se altere, amigo.

- ¿Cómo que no me altere?

- Es que está usted delante justo de “La Pedrera”.

- Bueno, pero se podía aparcar, ¿o no?

- Claro, pero aparque usted bien. Recto, en paralelo perfecto al resto de coches y en perpendicular a la acera. El culo de su coche y la fachada de “La Pedrera” tienen que ser dos líneas imaginarias que se crucen en el infinito.

- ¿Y eso?

- No querrá dar una mala imagen de Barcelona, ¿no? Piense usted en los turistas.

- Ah, claro… No había caído… Los turistas…

No hay comentarios: